Todo es blanco inmaculado. Las paredes acolchadas quizá le agobian un poco. Pero es feliz. Todo está en orden.
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Abrió los ojos cuando el despertador digital marcaba exactamente las 07:45. Salió de la cama con cuidado de poner el pie derecho antes que el izquierdo y se asomó a la ventana.
- ¡Mira María! Ya está aquí otra vez ese mirlo. Escucha cómo canta
Por toda respuesta María se tapó la cabeza con la almohada y esperó dos minutos hasta que oyó correr el agua de la ducha. Entonces se levantó, se puso la bata y fue a la cocina.
José se duchó, se vistió pulcramente como corresponde a un trabajador de banco y bajó las escaleras. Al pasar por delante de los tres cuadros pequeños que adornaban el salón vio que el de en medio estaba torcido y lo enderezó.
Se sentó en la mesa de la cocina y María le sirvió el desayuno de siempre: café sólo, una tostada y un zumo de naranja natural. José cogió el zumo, se lo bebió de un trago y exclamó:
- ¡Zumo de naranja, el complemento vitamínico natural!
Mientras leía el periódico, María salió de la cocina de puntillas para no molestarle.
José terminó de desayunar, cogió las llaves de la repisa de la chimenea, donde estaban siempre, y se fijó en que el cuadro del salón volvía a estar torcido. Algo crispado lo enderezó, se acercó a la puerta, dio un beso a su mujer en la frente y salió a la calle. Consultó su reloj. Las 08:35. Todo estaba en orden.
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Abrió los ojos exactamente a las 07:45, se levantó con el pie derecho y se asomó a la ventana.
- ¡Mira María! Ya está aquí otra vez ese mirlo. Escucha cómo canta
Se duchó, se vistió y se dirigió a la cocina. Al pasar por el salón se dio cuenta de que faltaba el cuadro de en medio del salón.
- ¡María! ¿Dónde está el segundo cuadro del tríptico?
- ¿Qué tríptico? Sólo tenemos dos
José entró histérico en la cocina
- Tenemos tres, no dos. Era un tríptico, por eso se llama así, porque son tres ¡Tres!
- Anda, no digas tonterías y desayuna. Vas a llegar tarde.
Puso sobre la mesa el café, el zumo y la tostada y salió de la cocina mientras él exclamaba:
- ¡Zumo de naranja, el complemento vitamínico natural!
Terminó de desayunar, cogió las llaves de la repisa, dio un beso a su mujer en la frente y salió a la calle. Consultó su reloj. Las 08:40. Tendría que darse prisa.
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Abrió los ojos. Eran las 07:50.
- María, ¿por qué no me has despertado?
- No es tan tarde, levántate
Puso el pie derecho antes que el izquierdo
- ¡Mira María! Ya está aquí otra vez ese mirlo. Escucha cómo canta.
Cuando pasó por el salón volvió a mirar el hueco vacío entre los dos cuadros y pensó obstinadamente que ahí faltaba algo. María le puso el desayuno en la mesa.
- ¡Zumo de naranja, el complemento vitamínico natural!
Terminó de desayunar pero cuando fue a coger las llaves de la repisa de la chimenea, donde deberían estar, no había nada.
- María, ¿dónde están mis llaves?
- Siempre igual. Pues estarán en tu pantalón
- ¡Nunca las he dejado en mi pantalón! ¡Deberían estar donde siempre, en la repisa de la chimenea!
Gritando y haciendo muchos aspavientos con las manos comenzó a abrir cajones, levantar cojines, tirar marcos…
Cansada, María subió al cuarto, cogió sus llaves y se las ofreció a su marido. José, con la camisa fuera del pantalón, el pelo revuelto y la mirada perdida estiró la mano, recogió las llaves que le daba su esposa y salió. Consultó su reloj. Las 08:50. Llegaría tarde.
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Abrió los ojos. Eran las 08:00
- ¡Joder, llego tarde!
Se levantó, puso los dos pies en el suelo y se acercó a la ventana
- ¡Hasta se ha ido el mirlo!
Se vistió como pudo, pero dejó media camisa sin meter por dentro del pantalón y no se ajustó debidamente la corbata.
- ¿Dónde está ese dichoso cuadro? ¡María, mi desayuno!
- Está en la mesas – Contestó ella tranquilamente
- ¿Dónde está mi zumo?
- No seas ridículo. Nunca tomas zumo. ¿Pero qué te pasa? ¡Te estás volviendo loco!
- ¿Cómo que nunca tomo zumo? ¡Pero si es el complemento vitamínico natural!
Se levantó derribando la silla y zarandeó a María
- ¿Dónde están mis llaves? ¿Y el cuadro? ¿Dónde está mi zumo? ¿Dónde?
Gritando cogió el plato con la tostada y lo tiró contra la pared, dejando un rastro de mermelada. Lanzó la taza por la ventana, pero estaba cerrada y rompió el cristal, y se fue al salón. Descolgó los dos cuadros que quedaban, los rasgó, volcó el sofá, tiró la mesa…
María no sabía qué hacer, no podía parar de llorar. Iba detrás de José intentando colocar lo que él tiraba, pero no podía más. Cogió el teléfono y marcó.
- Por favor, vengan rápido. A mi marido le está pasando algo. ¡Necesito ayuda!
Llegó una ambulancia a los 5 minutos. Hicieron falta tres enfermeros para reducir a José. Lo metieron en el vehículo y se lo llevaron.
Con los ojos llenos de lágrimas, María cerró la puerta. Se tapó la cara con las manos y se sentó en el suelo. Dejó de sollozar, se levantó y se dirigió a la cocina. Abrió la puerta de la despensa y sacó una jaula enorme con un magnífico mirlo dentro.
- ¡Mira, cariño! Ya está aquí otra vez ese mirlo. Escucha cómo canta.