Nuestro Mono vive en la selva. Todos los días, cuando se levanta, se acerca a la colmena de sus vecinas las abejas y les quita un poquito de miel. Como los monos de la selva no tienen nombre, las abejas lo llamaron Mono-Mono. Y es feliz cuando llueve. Puede saltar en todos los charcos, y mojar a su amiga la serpiente y al Rey León, y eso que el Rey León tiene muy malas pulgas y se pasa el día rascándose, y también a las ardillas que se enfadan y le tiran todas sus bellotas…
Mono-Mono se pone muy contento cuando le lanzan las bellotas y las recoge todas y se sube a un árbol y se las mete todas a la vez en la boca para que no vengan las ardillas a quitárselas.
Una mañana, Mono-Mono despertó y, como siempre, se acercó a la colmena de sus vecinas. Era raro, pero no había una sola abeja zumbando por su casa. Mientras se chupaba los dedos y saboreaba la miel, notó un pinchazo en el trasero. Pensó que le habían tendido una trampa para que dejara de robarles la miel, pero al darse la vuelta, vio a unos animales muy raros que sólo tenían pelo en la cabeza y que andaban muy rectos, muy rectos.
No pudo ver más, porque sintió mucho sueño y enseguida se tumbó en el suelo a dormir un rato.
Cuando abrió los ojos, Mono-Mono estaba muy mareado. El suelo se movía bajo sus pies y pensó que era un terremoto, pero cuando se asomó a través de esas ramas tan duras y tan rectas que le rodeaban y no lo dejaban salir vio que ya no estaba en la selva y que se movía muy rápido en alguna dirección que no conocía.
- ¡Yo no había planeado ningún viaje! – Gritó Mono-Mono a esos animales sin pelo que había visto antes de echarse la siesta.
Uno de ellos le miró, abrió una extraña ventana y le lanzó unas cuantas bellotas.
- Pero si yo no les he dicho que tengo hambre – Pensó Mono-Mono – Estos animales deben ser un poco tontos.
- Se sentó a comerse sus bellotas y esperó a que dejara de temblar el suelo. Debió volverse a quedar dormido porque cuando despertó estaba otra vez en la selva.
- ¡Que bien! – Pensó Mono-Mono – Voy a ver si encuentro mi casa, me apetece un poco de miel. – Cuando levantó la cabeza, vio a muchos de esos animales sin pelo y un poco tontos que le gritaban y lo señalaban.
- ¡Luis, Luis! – Gritaban esos bichos.
- ¿Luis? ¿Quién es Luis? – Mono-Mono se acercó a ellos pero, cuando estaba a punto de alcanzarles, se dio en la cabeza con una pared invisible.
- Pero qué sitio tan raro… ¡Yo me quiero ir de aquí! – Y lloró y lloró pero esos animales gritones no dejaban de repetir Luis, Luis, Luis…
El Mono-Mono, rebautizado Luis, ya lleva muchas noches en esa extraña selva donde de vez en cuando aparecen esos bichos sin pelo, gritones y tontos. Ha intentado explicar de todas las maneras posibles que hay un error, que se han confundido de mono, que él no quería irse de viaje, que le lleven de vuelta a su selva, a su casa al lado de la colmena, que en ese sitio tan raro nunca llueve, ni puede mojar a la serpiente, ni al Rey León, ni a las ardillas, porque está solo…
Pero ya lo dijo él, estos animales tan raros son un poco tontos y no entienden lo que les dice.