Se inclinó hacia mí y me besó en los labios de la manera más dulce que recuerdo. Todavía me ardían mientras subía las escaleras a mi casa. Tardé un poco en abrir la puerta; las dos copas de champán me habían achispado un poco.
Cuando entré ahí estaba él, de brazos cruzados y con gesto serio, mirándome fijamente.
- ¿Qué horas son estas de llegar? ¿Crees que puedes estar toda la noche por ahí con ese impresentable?
- ¿Cómo que toda la noche? ¡Si sólo son las once!
- Y yo mientras tanto aquí, preocupado, pensando que te había pasado algo ¡Dios, apestas a alcohol!
- Pero si sólo me he tomado dos copas de champán, durante la cena bebí agua.
- ¡Eso no te lo crees ni tú, apestas como si te hubieras tomado la destilería entera! ¿Te ha puesto una mano encima?
- ¿A ti qué te importa? ¡Me pones histérica!
Me dirigí al baño empujándole levemente con el hombro cuando pasé por su lado. Cogí una toallita desmaquillante y empecé a quitarme la sombra de ojos y el carmín. Se puso detrás de mí. Le veía reflejado en el espejo con los ojos chispeando de furia.
- ¿A ti te parece normal? ¡Vas vestida como una fulana!
- ¿Cómo te atreves a decirme eso?
- Te digo lo que veo. Ese tío sólo te quiere porque le das todo lo que te pide. Te has convertido en una…
- ¡Cállate! ¡No te aguanto más! Mañana mismo te vas de esta casa. Tienes 30 años y sigues aquí, amargándome la vida. Si crees que me he convertido en una fulana vete con tu padre o haz tu propia vida, que ya va siendo hora.
Sin darle tiempo a abrir la boca me metí en mi cuarto y cerré de un portazo. Mantuve la espalda pegada a la pared hasta que mi pulso se normalizó. Me tumbé en la cama y cogí el móvil para escribir un mensaje: “Mañana cenamos en mi casa”.
Dejé el móvil en la mesilla y sonreí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.