martes, 19 de abril de 2011

Un crimen comunitario

Alfredo, el portero del edificio de la Travesía del Almendro número 7, estaba sentado a su mesa, como cada mañana después de fregar el portal. Mientras clasificaba el correo que le había dejado el cartero, un grito le apartó de su labor. Levantó la vista, algo se precipitaba por el hueco de la escalera. Alfredo se acercó lo más rápido que pudo y se encontró con una mujer de unos treinta años; un reguero de sangre salía de su boca y tenía un ramo de novia en una mano y un sobre en la otra. Cogió las llaves del portal, salió, cerró la puerta y llamó a todos los timbres del edificio. Cuando contestaron les dijo que bajaran con urgencia al rellano. Volvió a entrar, cerró con llave, se apoyó en la mesa y esperó.
El primero en llegar abajo fue Luis, el hijo de siete años de la del tercero. Al ver a la mujer dio un grito y se puso a temblar, pero Alfredo le tapó la boca y lo llevó junto a él a la mesa. A continuación bajó renqueando Dª María Luisa, la ancianita del primero. Tenía 82 años y una salud muy frágil, pero llevaba así casi una década y nunca le ocurría nada. La demencia estaría haciendo de las suyas, porque se mostraba indiferente ante la visión de una mujer muerta en el rellano de su portal. La pareja del segundo llegó riendo y haciéndose carantoñas el uno al otro, pero se quedaron petrificados al llegar al rellano. María y Andrés se habían mudado hacía dos meses, tenían 26 años y estaban tan enamorados que resultaban empalagosos. Finalmente, acudieron Carlos y Arantxa, el matrimonio del cuarto piso. Tenían 43 y 40 años, y ese aspecto de típica pareja que lleva demasiado tiempo aguantándose sin saber por qué. Cuando vieron la situación, Carlos se tapó la boca con las manos y rompió a llorar y Arantxa compuso una expresión de perplejidad.
-          Bien, supongo que no hace falta deciros por qué os he llamado. Es evidente que tenemos un problema que afecta a toda la comunidad, así que vamos a arreglarlo como buenos vecinos que somos – comenzó Alfredo – Dª María Luisa, ¿ha oído algo extraño hace un rato?

MARÍA LUISA, LA ANCIANITA DEL PRIMERO
-          ¿Cómo dice, hijo?
-          ¡Que si oyó algo extraño esta mañana!
-          Ay yo que sé, hijo mío. Mira, me he levantado a eso de las diez porque me tenía que tomar las pastillas porque tengo la tensión por las nubes. ¿Y el colesterol? No sabéis lo que es llegar a vieja hijos míos, todo son males. Hoy sin ir más lejos me duelen todas las articulaciones del cuerpo, será que va a cambiar el tiempo.
-          Ehhh, perdone María Luisa... ¿Podría decirnos sólo si ha escuchado algo raro? – terció María.
-          ¡Pues eso os estoy explicando! ¡Que poco respeto le tenéis los jóvenes a vuestros mayores! Pues el caso es que antes de tomarme las pastillas tengo que comer algo, porque es muy malo para las tripas tomarte esas cosas en ayunas, así que me hice un vaso de leche con pan que es lo que me daba mi madre cuando era pequeña. Ahora vosotros os tomáis unas cosas que solo os hacen poneros gordos. Si comierais lo que comíamos nosotros antes no tendríais tantas penas, que os quejáis de vicio.
-          Jolines, esta no se ha enterado de nada – dijo Luis.
-          ¡A callar he dicho! – Exclamó María Luisa mientras le daba un cachete en la cabeza al pequeño – pues claro que he oído algo, ¿te crees que estoy sorda? Me puse el programa ese de las mañanas, donde sale ese hombre que te dice cómo curarte las cosas, y estuve tomándome mi leche y mis pastillas. Hoy ha llamado una mujer para saber cómo curarse las hemorroides. En mi época si tenías de eso te lo callabas, que es algo muy íntimo, pero ahora lo dicen hasta por la tele. Pues cuando estaba yo viendo eso empecé a escuchar unos gritos, pero desde que han venido estos dos – señaló a María y Andrés - no paro de oírlos. Pero luego, al cabo de un rato de escuchar los gritos de esta oí a una mujer diferente, un grito muy agudo y luego un “¡plum!” que me hizo levantarme del sofá. Hijo, yo pensé que se había caído algo pero luego como llamaste para que bajásemos. ¿Y qué hace esta mujer en el suelo? ¿No se va a levantar, o qué?
-          ¡Pues como se levante yo me voy corriendo! – dijo Andrés.
-          ¿Y vosotros qué habéis estado haciendo? – Preguntó Alfredo a la pareja – Aunque por lo que ha dicho Dª María Luisa me lo puedo imaginar.
MARÍA Y ANDRÉS, LA PAREJA DEL SEGUNDO
María se sonrojó y dirigió la vista hacia el suelo. Mientras, Andrés miraba a los ojos a todo el mundo y sonreía.
-          Pues no nos hemos enterado de mucho – dijo él orgulloso de sí mismo.
-          Habla por ti, cariño. Yo sí que he oído cosas. Nosotros nos acabábamos de despertar y bueno, estábamos a nuestras cosas – titubeó la chica poniéndose aún más colorada – Cuando terminamos, Andrés se quedó medio dormido, como siempre, pero yo no porque estaba pensando en todo lo que tenía que hacer esta mañana.
-          Bueno chica, que no nos interesan tus asuntos de alcoba. ¿Has oído algo o no? – espetó Carlos visiblemente nervioso.
-          Me levanté para ir a comprar el periódico y algo para desayunar, porque quería darle una sorpresa a Andrés cuando se levantase. Al volver con mis churros me encontré con Arantxa en el portal y subimos juntas hasta el segundo. Yo no quiero acusar a nadie pero parecía muy nerviosa, tenía los ojos hinchados y rojos como de haber llorado y tenía un sobre que no paraba de pasarse de una mano a otra. Al llegar a mi casa me fui a la cocina a hacer chocolate y ahí estaba yo cuando escuché el  grito de una mujer y un golpe. – María se puso a llorar - ¡Supongo que sería de esta mujer!
-          No llores – dijo Luis – Si seguro que está bien. Estará como dormida del golpe, pero ahora llamamos a los médicos y se cura, ya verás.
-          No creo que vaya a pasar eso, pequeño. – dijo Alfredo - ¿Qué hacías tú en casa? ¿No deberías estar en el cole?
LUIS, EL PEQUEÑO DEL PRIMERO
El niño empezó a hacer pucheros.
-          No se lo digáis a mi mami, “porfi” – dijo mientras empezaba a llorar.
-          Cariño, no llores que no pasa nada – le consoló María mientras le abrazaba. Esto pareció tranquilizar al niño, que siguió hablando.
-          Pues es que hoy había examen de mates en el cole y yo es que no sé hacer las sumas porque el profe me tiene manía y no me las quiere enseñar. Le he dicho a mi madre que me dolía la barriga y ella me ha dicho que no hacía falta que fuera al cole porque si estaba malo no pasaba nada. Y entonces ella se ha ido a comprar cosas para comer y manzanilla para que me la tome. Que me da mucho asco, pero como tengo que hacer que estoy malo pues me la tendré que tomar. Y entonces ella se ha ido y yo me he levantado y he puesto la tele porque me aburría. Y luego han llamado a la puerta y yo he ido a abrir. Y era esta mujer que está ahí tirada, que me ha preguntado que si aquí vivía Carlos y yo le he dicho que no, que yo vivía con mi mamá que se llama Natalia. Que vivía un Carlos encima pero que no sabía si iba a buscarle a él.
Todos se volvieron hacia Carlos menos Arantxa, que seguía mirando al suelo con el gesto serio.

CARLOS, AMANTE DE LA VÍCTIMA
-          Vale, vale, yo la conocía – dijo mientras se tapaba la cara con las manos y sollozaba como un niño.
Miró a su mujer con gesto apesadumbrado y continuó.
-          Nos conocimos hace unos meses en una cena del trabajo. Vino con alguien, creo que era amiga de la de administración. Nos sentamos juntos, empezamos a hablar y, bueno. Al principio era algo esporádico – el labio inferior le temblaba mientras hablaba y jugaba con la hebilla de su cinturón compulsivamente.
-          ¡Venga, sigue. Ya que no has tenido cojones de contármelo a mí cuéntaselo a todo el mundo! – dijo su mujer con los ojos entrecerrados.
Carlos se sonó la nariz ruidosamente y siguió.
-          Hoy vino a mi casa cuando Arantxa se había ido al trabajo. Yo tenía turno de tarde. Empezó a fisgonear en nuestro armario hasta que encontró una caja con el ramo de novia de nuestra boda; Arantxa lo había secado para conservarlo. Entonces se volvió loca, me dijo que estaba harta, que quería que me divorciase y nos casáramos. Yo le dije que no, por supuesto, amo a mi mujer – dijo mientras la miraba con una media sonrisa.
Arantxa le escupió en la cara, se cruzó de brazos y miró para otro lado. Con el escupitajo aún colgando de su barbilla, continuó.
-          Le dije que no podíamos seguir viéndonos, que lo sentía mucho pero que se me había ido de las manos. Ella empezó a gritarme, me dijo de todo, hijo de puta, cerdo… bueno, ya sabéis cómo se ponen. Cogió su abrigo y salió. Yo me quedé sentado en la cama. Estaba conmocionado. Entonces escuché un grito y luego un ruido. Supongo que se tiró por el  hueco de la escalera. Se suicidó por mí – y comenzó a llorar de nuevo.
-          ¡Que imbécil y engreído eres! – dijo Arantxa – Yo os voy a contar lo que pasó.

ARANTXA, MUJER DE CARLOS
-          Hace ya meses que le notaba raro. Es tan gilipollas que no sabe ni mentir. Un día le cogí el móvil mientras se estaba duchando y leí un mensaje de una tal Patricia que decía algo así como que se lo había pasado muy bien la otra noche. Iba a entrar a decirle cuatro cosas pero como siempre consigue darle la vuelta a todo quise tenerle bien agarrado así que contraté a unos detectives para que lo siguieran.
-          ¡Cómo fuiste capaz de contratar a alguien para que me espiara!
-          ¡Tú cállate, cabrón, que bien la has liado ya! – Interrumpió María – Si este me hiciera lo mismo – dijo señalando a Andrés – le metía un par de hostias que haría falta su ficha dental para reconocerle.
-          El caso es que hoy fui a la agencia porque me habían llamado para decirme que ya tenían algo. – prosiguió Arantxa – Y me dieron esto – dijo mientras tiraba unas fotos encima de la mesa del portero. En ellas se veía a Carlos besando y abrazando a la víctima. Estaba claro que entre ellos había algo más que una bonita amistad.
-          En el portal me encontré con María y subimos juntas hasta su casa, como ya ha dicho ella. Cuando la dejé empecé a ver las fotos otra vez y al llegar a la puerta de mi casa me encontré de frente con esa zorra que llevaba en la mano mi ramo de novia. Joder, os podéis imaginar cómo me puse, la cogí por los pelos y la empujé con todas mis fuerzas con tan mala suerte que se cayó por el hueco de la escalera. Se sujetó de mi brazo y casi me caigo con ella pero conseguí echarme para atrás en el último momento. Mirad, el sobre que lleva en la mano es donde tenía yo las fotos. No quería matarla, de verdad, pero al verla salir de mi propia casa y además con cachondeo, con mi ramo de novia, sólo quise partirle la cara. Da igual, pena tampoco me da, la verdad.
-          Yo te entiendo, Arantxa, fue un momento de locura – dijo María.
-          ¡Pero cómo que la entiendes! – Interrumpió Andrés – Hay que llamar a la policía y contárselo todo. Seguro que te sirve como eximente lo ocurrido, se puede alegar locura transitoria.
-          ¡A callar todo el mundo! – gritó Alfredo. Todos se sobrecogieron, nunca le habían escuchado gritar y mucho menos ese tono autoritario. – Aquí no va a hablar nadie.
-          ¿Y yo tampoco se lo puedo contar a mi mamá? – dijo Luis lloroso – No va a contar nada a nadie, es muy buena.
-          Si le cuentas algo a tu mamá a lo mejor le contamos nosotros que no estabas malo pero que no querías ir al cole para no hacer el examen de mates – Continuó el portero.
-          Vale, no le diré nada – dijo Luis mientras lloraba y moqueaba.
-          Bueno, pues cada uno a su casa, yo voy a llevarme el cuerpo al sótano hasta que decidamos qué hacer. Y como a alguien se le ocurra abrir la boca…
María y Andrés fueron los primeros en abandonar el escenario acompañados por Luis que seguía llorando sin parar. María Luisa se dio la vuelta despacio y comenzó a subir las escaleras ayudada por su bastón. Carlos y Arantxa fueron los últimos en irse.  Cuando puso un pie en el primer escalón, ella se volvió y miró a Alfredo cómo cogía a la muerta por las axilas para llevarla arrastrando hasta el sótano. El portero levantó la vista y sonrió a Arantxa. Ella le devolvió la sonrisa y le guiño un ojo antes de seguir subiendo las escaleras detrás de su marido.

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